Los tagetes o cempazúchitl y el Día de Muertos

Las flores que conocemos como tagetes tienen su origen en México. Su nombre original en náhuatl, cempôhualxôchitl, significa "veinte flores" y son plantas herbáceas anuales o perennes de la familia de las asteráceas o compuestas. 

En el huerto las plantamos en los extremos de los bancales en que cultivamos tomates para ayudarnos a controlar la aparición de nematodos, unos gusanos que pueden afectar a nuestra cosecha. Combinamos dos especies diferentes, Tagetes erecta, de grandes flores amarillas, y Tagetes patula, de flores cuyos pétalos varían del rojo intenso al naranja, con los bordes en amarillo. Son, además de útiles, unas flores preciosas que llenan nuestro huerto de color durante el verano.

Tagetes erecta. © Mayte Sánchez Sempere, 2020

Pero los tagetes tienen otros muchos usos. Su uso medicinal está documentado en México desde el siglo XVI en que, en el ámbito de la primera expedición científica al continente americano, Francisco Hernández de Toledo, nombrado "Protomédico General de nuestras Indias, islas y Tierra Firme del Mar Océano" por Felipe II, recogiera testimonios de la medicina indígena. Se utiliza para problemas digestivos o hepáticos, como carminativo, antitusivo o para bajar la fiebre.

Tagetes patula. © Mayte Sánchez Sempere, 2020

Otro de sus usos es como colorante, tanto alimentario como para tintes textiles o como alimento para gallinas ponedoras: el color amarillo de sus flores hace más intenso el color de la yema de los huevos. 

Pero fuera de estos usos prácticos, encontramos un uso "cultural" muy importante: el Día de Muertos. Ya los aztecas la consideraban una planta sagrada y la utilizaban en algunos rituales, relacionando su color amarillo con el sol. Desde antiguo se las conoce como Flores de Muertos y se utilizan en estas fechas tanto para decorar los altares con las ofrendas como para señalar con sus pétalos el camino que debe seguir el alma del familiar fallecido desde la tumba hasta el altar de la casa.




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